Opinión

¿Por qué Frei?: una verdad histórica que nos compromete con el futuro

Esta semana, como dijo la exsenadora Carmen Frei en su lucha incansable por la verdad respecto de la muerte de su padre, el expresidente Eduardo Frei Montalva, “la justicia ha dicho su palabra, al cabo de una exhaustiva y larga investigación judicial (…) la sentencia (…) deja establecido que mi padre fue asesinado por la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet”.

Esta verdad histórica que establece condenas para seis personas por su autoría, complicidad y encubrimiento, nos vuelve a recordar una vez más que, aunque han pasado muchos años desde la muerte del expresidente y de miles de chilenos que sufrieron las más terribles violaciones a los derechos humanos, la herida continuará abierta mientras la verdad no se establezca y mientras aún existan procesos pendientes, donde los familiares han muerto esperando la voz de la justicia.

Lo del expresidente es un símbolo de la brutalidad de la larga noche que significó la dictadura y también de muchos de los costos que tuvo la transición. Es preciso recordar que en 1980, cuando la dictadura pretendía legitimarse mediante un plebiscito fraudulento para aprobar la Constitución, fue el propio Frei Montalva quien en el recordado “caupolicanazo” se levantó con coraje para hacer frente a la dictadura y denunciar el proceso y el modelo que se pretendía instalar. “No crean ustedes en la Constitución del miedo, todo está hecho para amarrar a la gente”, señalaba el expresidente. Por cierto, este llamado incluía la búsqueda de un camino institucional alternativo y la denuncia de las violaciones a los derechos humanos: “El caos es querer mantener por la fuerza una situación que el país no acepta”.

Eduardo Frei fue asesinado en 1982, este hecho ha quedado asentado con la sentencia del juez Madrid. Aun cuando queden pendientes instancias superiores en la justicia, lo cierto es que la verdad ahí señalada tiene una fuerza tal, que será difícil que una realidad distinta se instale en la sociedad chilena. La dictadura se encargó de destruir toda articulación política que pudiera hacer frente a los propósitos establecidos por el régimen.

Queda pendiente, sin duda, que el mundo político haga lo propio, porque las responsabilidades políticas siguen abiertas y, en consecuencia, las heridas también. Un país que quiere reconciliarse con su historia jamás debe olvidar que lo que hubo en Chile fue una dictadura cívico-militar cuya brutalidad amarró el futuro de nuestro país por muchos años. En efecto, la transición y la posterior democratización debieron asumir, como parte del proceso que se abrió bajo las reglas del juego de la dictadura, una arquitectura institucional que significó varios amarres: los enclaves autoritarios y de la transición, como nos recuerdan Manuel Antonio Garretón y Peter Siavelis, respectivamente, que afortunadamente se han ido desmantelando lentamente.

Condenar las violaciones a los derechos humanos de los miles de chilenos que las padecieron es un imperativo ético. No hay contexto que justifique los crímenes y la brutalidad de la herida que aún continúa abierta en nuestro país. Por eso, la búsqueda de la verdad y la justicia no es una pelea que termina, sino que es un deber moral que debiera comprometer a todos, especialmente a los actores políticos que hoy tienen la responsabilidad de construir el futuro de este país y garantizar que la convivencia democrática nunca más se vea amenazada.

Columna de opinión publicada en La Tercera.

https://www.latercera.com/opinion/noticia/frei-una-verdad-historica-nos-compromete-futuro/512506/

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